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lunes, 29 de septiembre de 2008

¿Comerciales?

El otro día volvió a los 40 uno de los programas que, junto con el LastFM y el muerto en combate Fly Music, forman la base de mis pilares musicales (sin desdeñar el boca-oreja, claro está, pero muchas veces el boca-oreja también ha venido de estas reliquias de la música Indie y PostPunk). Este programa es Ingravidez y afortunadamente han pasado su horario de doce a una a la noche del viernes. Francamente, ser el domingo "ingrávida" supone darse una ***** contra el suelo cuando suena el despertador el lunes. Bueno, os dejo un link aquí donde hay más información: http://www.los40.com/40principales/a21.php?id=38

Resumiendo, estaba escuchándolo el viernes cuando anunciaron que tres de mis grupos preferidos (tengo muchos, lo sé), sacaban nuevo disco. Los grupos son Fall Out Boy, The Killers y Kaiser Chiefs. Yo diría metiendo mucho la pata que Fall Out Boy tira al post-punk, The Killers al indie y Kaiser Chiefs al brit-pop, pero por mucho que me entretenga clasificando al final en el único saco en el que puedo meterlos sin dudar es en el de "Grupos que me paso la vida escuchando". El nuevo trabajo de Fall Out Boy se llama Folie a Deux (algo que creo que bien escrito significa "locura de dos"), el de The Killers Day and Age y de Kaiser Chiefs no me acuerdo, pero sus singles son, respectivamente, I don't care, Human y Never Miss a Beat. La verdad es que Never Miss a Beat me gusta muchísimo, y con Human estoy obsesionada (and I fall on my knees looking for the answers... are we human or are we dancers), y bueno, I don't care es bastante Fall Out, pero tiene un estilo que no acaba de llenarme como lo hacen algunas de sus canciones antiguas, sin ir más lejos Beat It, XO o One and Only con Timbaland.

En el programa escuché que tanto el contrato que The Killers había firmado, como el de Kaiser Chiefs, eran contratos que iban a catapultarlos al estrellato, en el sentido de que iban a pagar a todas las emisoras para que pusieran su música e iban a hacer macrogiras llenas de merchandising. El presentador decía que a él no le parecía volverse comercial, y ponía el ejemplo de Coldplay. Coldplay es un grupo en mi opinión buenísimo y yo los conocí por ser comerciales, por entrar en la lista de los 40. La primera canción que asocié con ellos fue Talk, que fue una de mis obsesiones, luego vino Speed of Sound, Clocks... y ahora les amo, nuevo disco incluido. Su música, afortunadamente, no empeoró ni se degradó con el paso a los grandes escenarios, simplemente, llegaron a más número de entradas (y ahora no hay quien vaya a un concierto suyo, cosa que no está tan bien ¬¬), pero lo importante se mantiene estable. Y como muy bien decía será una pieza de música alternativa en la escena de los grupos prefabricados.

Entonces, ¿tiene que significar necesariamente que con ese contrato The Killers se convierta en Killers Brothers y Kaiser Chiefs en Tokyo Chiefs? No, no lo creo. No tiene por qué. Estos grupos no son prefabricados, no han surgido con una estrategia de marketing detrás. Que les promocione significará que suenen en los 40 y que sea más accesible ir a sus conciertos, porque tanto me da que no se pueda conseguir una entrada porque han hecho un lleno o que no den ningún concierto en España o solo en una sala remota de Barcelona. Y a mí escuchar a Coldplay en la radio o a The Rasmus, o a Green Day no me desagrada lo más mínimo. Es más, desearía poder escuchar también a Maximo Park, The Killers o HIM en la lista de los 40. De un grupo lo que de verdad debe de importar es su música. Si su música es buena, y la hacen porque quieren hacerla y de verdad sienten la necesidad de expresarse a través de ella (y de ahí ya tacho a los Jonas Brothers porque no creo que esos tengan conciencia de lo que tocan si no de su contrato con Papá Disney), no veo problema a que sea conocida o no.

De momento, tanto el nuevo disco de The Killers como el de Kaiser Chiefs pintan muy bien. El de Fall Out Boy menos, pero bueno, tiempo al tiempo.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Qué cosas

La casa está incómodamente silenciosa. De una forma extraña, casi dolorosa. Por eso, por culpa de ese pesado silencio, no puede concentrarse. Pasa y pasa las hojas sin detenerse en ninguna, ni siquiera ve las fotos. Hasta llegar a la página donde aparece una chica sonriente, que le llama la atención. Tiene veintipocos y mira con ilusión a cámara. Ataúd talla 32, por favor se titula. Y ella sabe que no debe leerlo. Que debe cerrar el suplemento ahora mismo, dejarlo sobre la mesa de la cocina y volver a barrer, que seguramente aún quedarán cristales, que ese vaso era de cristal del malo, del que se hace catorcemil trozos y a ver si van a tener que hacer una escapada a urgencias. Pero no puede evitarlo. Físicamente, no puede cerrarlo y levantarse. Y mentalmente se siente muy agotada como para llevarse la contraria.

Ya sabe lo que va a leer. Va a leer algo que comienza de una forma bastante parecida al transcurso de la tarde. De una forma torpe, brusca y accidental. De la misma forma que ella, medio por preocupación, medio por la acción diurética del café, había abierto la puerta del baño aunque Raquel estuviera dentro. El grifo del agua llevaba sonando un buen rato, como si se estuviera duchando o algo por el estilo, y acababan de comer. Jamás, jamás pudo pensar que la encontraría así. De rodillas sobre el suelo frío de azulejos azules, en ropa interior, con medio cuerpo inclinado sobre la taza del retrete.

“No he vomitado, ¡NO HE VOMITADO!”, juró y perjuró, pero ella había puesto ya el grito en el cielo. “Estás loca, ¿quieres matarte?” contestaba a cada juramento de su hija. Las dos chillaban como locas en el pequeño espacio entre la habitación de Raquel, el baño y el salón. “No, no estoy loca, ¡ESTOY GORDA!” contestó Raquel, y súbitamente, ella enmudeció. Su hija tenía una mueca enfermiza en un cuerpo bastante corriente. Bastante normal. Con las piernas anchas y el abdomen no del todo liso, algunos surcos celulíticos por las piernas y una cintura muy marcada. No estaba gorda. Ni de lejos. Tampoco es que estuviera delgada, tampoco tenía las piernas finas, pero no era un tonel. Nadie pensaría que estaba gorda. Nadie salvo ella.

Y entonces Raquel comenzó a llorar, fue a su habitación, ella fue detrás de sus gritos mientras cogía el vestido nuevo que le regalaron por su cumpleaños y se lo lanzaba a los brazos. Estaba hecho un ovillo arrugado y con marcas de haber sido pisoteado con furia, la etiqueta doblada aún colgando del cuello. “¡Míralo! ¡MÍRALO! ¡ES LA CUARENTA, Y NO ME VALE! ¡NO ME VALE!”

“Pero es que es de lana, y la lana se ciñe mucho. Mira los vaqueros que tienes sobre la cama, son la treinta-y-seis. Además, no es que no te valga, es que no te gusta cómo te queda”, balbuceó nerviosa mientras observaba el vestido. Lana negra, con una silueta bien definida, manguitas cortas y cuello alto. Raquel seguía chillando. Entonces, sin previo aviso, cogió el vaso de agua que tenía sobre el escritorio y lo lanzó contra el suelo. El vaso estalló en mil fragmentos que se diseminaron alrededor de los pies descalzos de su hija, y ella no supo reaccionar de otra forma salvo cruzándole la cara. Raquel se llevó una mano a la mejilla dolorida, enrojeciéndose por momentos tanto por el golpe como por la vergüenza. Y entonces sobrevino un silencio incómodo y pesado.

“No voy a descambiar el vestido” – dijo ella con un tono frío a su hija llorosa -, “porque llevas dando la vara tres meses con él y a ver qué se van a pensar tus tíos. A lo mejor a tu hermana le gusta. Y mucho menos voy a dejarte que lo destroces, que ha costado sesenta euros. Ahora si quieres salir, sales. Ya sabes donde tienes la puerta.”

Y hace unos veinte minutos que se ha ido, y que ella ha ido a la habitación, a sacudido el vestido para dejarlo lo mejor que ha podido y lo ha colgado en su armario, porque su otra hija está en el cine. También ha barrido el cuarto un par de veces, teniendo especial cuidado en no dejarse ningún cristal, pero nunca se sabe. Y hasta incluso ha fregado el baño. Porque se sentía en un estado demasiado acelerado para hacer cualquier otra cosa. Por eso no ha podido concentrarse en ningún artículo hasta ese. Hasta ese de la chica sonriente, que tanto le recuerda a Raquel cuando está contenta, lo que últimamente ocurre pocas veces. Y en ese artículo dicen lo que ella pensaba. Un episodio como el de aquella tarde la chica del artículo lo narra cuando ya había perdido cinco kilos y había decidido dejar la bulimia a partir de ahí. La anorexia, pone, al menos no le hacía daño a la garganta. Y claro que ella teme por su hija. Por eso ha sido tan dura con ella, por eso la ha abofeteado y le ha indicado tan claramente que no le parece motivo suficiente como para destrozarse una vida, el que no le quede bien un vestido. Porque no piensa asumir que su hija vaya a acabar como la chica del artículo, al borde de la muerte. Que vaya a tener vivencias tan mórbidas como para ser escritas debajo de un título así, Ataúd talla 32, por favor, qué cosas. Como si de verdad el físico fuera a darte de comer en un futuro.

Pasa la página con mueca aburrida aunque algo le roe por dentro, pero tampoco piensa admitirlo. Nuevas audiencias, es el artículo de la página siguiente. Habla de un programa de televisión, uno que le gusta a Raquel, en el que critican la actualidad de un modo descarado y sagaz. Suelen echarlo a la hora de la sobremesa, y es bastante bueno a veces. El artículo dice, en general, que aunque no entre en la parrilla de los más vistos los vídeos que se han colgado en Internet y los artículos sobre ellos son de los más descargados en la red, por tanto, es un programa para un público joven que sabe manejarse con los ordenadores.

Qué novedad.

Esa no, claro. Pero sí que lo es la foto que viene al pie de página. Aparece una de las chicas que trabajan en el programa, una modelo que se ha metido a presentar, a hacer de reportera o algo así. Sonríe con una mueca falsamente natural, que solamente puede ser destapada por alguien que ya ha vivido mucho y no se deja deslumbrar por un intento de espontaneidad de alguien que es todo menos eso. Pero la sonrisa le importa poco. Lo que le llama la atención es el perfecto cuerpo de pecho generoso, abdomen liso, caderas redondas y piernas kilométricas envuelto en un vestido corto baby doll negro, de lana. Con manguitas y cuello alto. Es el mismo. Casi seguro.

“Qué cosas”, piensa mientras va a su habitación, dobla el vestido negro y lo mete en la primera bolsa que encuentra, “qué cosas” y saca el ticket que había guardado en la caja donde metía también las facturas, “qué cosas” mientras se viste y se arregla y busca un billete de metro para ir a la estación donde al lado hay una tienda de esa marca.

“Qué cosas”, vuelve a repetirse mientras cierra la puerta. Porque si deja de repetírselo se echará a llorar envuelta en la mortaja de su hija que lleva en la bolsa.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Good Riddance

Pensaba actualizar cuando tuviera las fotocopias encuadernadas y listas para el JSiF, con una foto bonita con mis manos y Alienación escrito en Courier New, que para mi gusto es la mejor letra para poner un título, con ese estilo de manuscrito prohibido hecho a máquina en un tiempo de represión de libertad de expresión que tiene, pero no me voy a presentar.

¿Una decisión difícil? Ni siquiera sé si ha sido una decisión. Escribí la historia en quince días, la acabé y di la brasa a la gente para que se la leyera, que eso es lo que peor me sabe. Y ahora, no sé si por miedo, frustración y vaguería no me presento. La penúltima oportunidad que soplo por la ventana simplemente por ver cómo se esfuma. No sé si es una mala racha, si me han abducido y soy un experimento, si tengo algún trombo escondido o si soy tonta de por sí. Creo que va a ser lo último. Pero no, no me presento. Ahora estoy tan feliz aquí escribiendo, encima intentando que la entrada me quede bien y la gente pueda empatizar de alguna forma, y sé que por febrero me estaré dando de cabezazos contra la pared por haber desaprovechado mi penúltima oportunidad.

No puedo decir nada más que mucha suerte a los que se han presentado y que a los que os ha pasado lo que a mí, que no pasa nada. Que hay muchas más oportunidades, y que probablemente vosotros tengáis motivos más serios que los míos.

En fin, el verano se acaba... y no paro de escuchar Good Riddance.

"I hope you had the time of your life"

Ídem ^^

viernes, 5 de septiembre de 2008

Eres...

Eres una palabra maldita,
eres un ruego mezquino,
eres la libertad convicta,
eres el dolor sin sentido.

Eres la maldad de la ternura,

eres la brutalidad de la inocencia,
eres la brusquedad de la premura,
y la angustia de la impaciencia.

Eres la pregunta mal formulada,

que jamás tendrá respuesta;
eres la sonrisa prefabricada,
que la boca torcida muestra.

¡Eres un poema decadente,

salpicado por tinta derramada,
los pétalos de una flor marchita,
la caída de la amada,
los llantos de tus inocentes,
su sangre derramada!
¡La muerte está en tus manos
y la vida se te escapa!

¿Te das cuenta?
Lo eres todo… y no eres nada.